En la sección de opinión de esta semana, como no puede ser de otra manera, tenemos que homenajear a esa gran oda al tenis, no mejor, al deporte mundial, que fue la final del Open de Australia. Una final ésta, que entrará en los anales de la historia y permanecerá en los libros a través de los siglos. Pero, no por el simple hecho de ser la final mas disputada que se recuerda, sino porque se escribió con sudor y sangre de sus dos protagonistas. Y es que, por mas que se eche la vista atrás, no se recuerda algo tan extremadamente grande, como fue lo que aconteció en el Rod Laver Arena en Melbourne.
Durante mas de 5 horas y 54 minutos deleitaron a los paladares mas sibaritas y a los mas puristas del tenis, pero también a los que hasta ahora, habíamos visto solo alguna final con color español, de vez en cuando. Fue una final en la que dos entes suprahumanos nos enseñaron que el cuerpo puede no conocer límites en lo físico. También, que todos los demas mortales estamos muy por debajo de esas dos maquinas alimentadas con el combustible que llevan dentro las estrellas que moran los confines del universo. Nos enseñaron además, cómo se gana, pero también, nuestro ilustre ya a día de hoy, señor Don Rafael Nadal, nos enseño cómo se es uno de los mas grandes caballeros de nuestra historia deportiva, demostrándonos cómo se ha de asumir la derrota, con reconocimiento al rival y grandeza, como tantas otras veces, nos ha enseñado que la humildad mas absoluta no está reñida con la victoria mas apabullante.
Durante los primeros sets hubo de todo, ambos nos mostraron la furia y la entrega de la que están hechos. Fueron portentosos en su resistencia física y mental.
Llegados al quinto set, nuestro Nadal pudo cambiar las tornas del todoporderoso destino y desatarse de las férreas cadenas del pasado, donde se habían perdido seis finales contra el portento balcánico. Pero el futuro que le aguardaba pocas horas despues, era demoledor, una vez mas, la séptima final derrocado. Ahora bien, final esta, que no será olvidada jamás.
En este set, Nadal dominó a un Djokovic, que parecía completamente exhausto y que solo se defendía una y otra vez de los paralelos y reveses que le lanzaba nuestro héroe Nadal. Pero nada mas lejos de la realidad, el serbio le esperaba acechante, le hacía creer que que todo estaba en calma, que nada se escondía detrás de la frondosa y densa vegetación cercana a la orilla del Amazonas.
Cuando Nadal con 4-2 y 40-15, falla su revés con toda la pista para machacar al serbio, en la tranquilidad del bajo cauce de aguas mansas del Amazonas, un caiman, que parecía dormido, abre sus mandíbulas y se engancha a un destino que se le estaba escapando por momentos, aquel que parecia moribundo, a punto de desaparecer con la corriente, solo estaba esperando el momento en que su presa le diera la oportunidad de crecerse, tomar fuerzas y saltar a por la preciada ensaladera, independientemente de su gusto por la carne viva.
Llegados al quinto set, nuestro Nadal pudo cambiar las tornas del todoporderoso destino y desatarse de las férreas cadenas del pasado, donde se habían perdido seis finales contra el portento balcánico. Pero el futuro que le aguardaba pocas horas despues, era demoledor, una vez mas, la séptima final derrocado. Ahora bien, final esta, que no será olvidada jamás.
En este set, Nadal dominó a un Djokovic, que parecía completamente exhausto y que solo se defendía una y otra vez de los paralelos y reveses que le lanzaba nuestro héroe Nadal. Pero nada mas lejos de la realidad, el serbio le esperaba acechante, le hacía creer que que todo estaba en calma, que nada se escondía detrás de la frondosa y densa vegetación cercana a la orilla del Amazonas.
Cuando Nadal con 4-2 y 40-15, falla su revés con toda la pista para machacar al serbio, en la tranquilidad del bajo cauce de aguas mansas del Amazonas, un caiman, que parecía dormido, abre sus mandíbulas y se engancha a un destino que se le estaba escapando por momentos, aquel que parecia moribundo, a punto de desaparecer con la corriente, solo estaba esperando el momento en que su presa le diera la oportunidad de crecerse, tomar fuerzas y saltar a por la preciada ensaladera, independientemente de su gusto por la carne viva.
En cualquier caso, solo cabe dar la enhorabuena, no solo a Djokovic, sino también a Nadal, y sobre todo, y en especial, darles las gracias por haber hecho que un partido quede en la memoria de la Humanidad de por vida, por haber creado con su gesta el mito del super hombre, el hombre que no se rindió y cuyas piernas no flaquearon en ninguno de los 355 minutos en los que compitió al máximo de intensidad para alcanzar la Gloria.
Estos se merecen estar en el Olimpo con Zeus y los grandes Dioses y dejan relegados al mundo de los mortales, de los pequeños mortales, a todos aquellos que solo saben salir en publicidad y quejarse de que si tienen un partido de copa el miércoles, sería una herejía jugar el sábado y miserias por el estilo. Es mas, creo que despues de los visto el domingo, estos últimos, no deberían estar ni en el inframundo de las alcantarillas, donde ya habitan algunos, que no son capaces de felicitar a un rival que les gana por activa y por pasiva, en liga, en copa, etc. y que solo saben poner excusas y mas excusas y no aceptar la derrota y felicitar al campeón.
El fútbol todavía tiene mucho que aprender de verdaderos deportes como este.
El fútbol todavía tiene mucho que aprender de verdaderos deportes como este.
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